top of page
Buscar

El Gran Sistema de Zanjas y Camellones

  • Foto del escritor: Felipe Londoño
    Felipe Londoño
  • 26 feb
  • 2 Min. de lectura

ree

En el centro del valle, contempló un paisaje trazado en agua y vida: un sistema de canales y terrazas cultivadas que no solo regaba los campos, sino que también revelaba la sabiduría ancestral de los Muiscas. Estas estructuras, diseñadas con precisión, permitían que el agua del río Teusaká fluyera sin desperdicio, nutriendo la tierra y manteniendo un delicado equilibrio. caminó entre estos senderos de agua, observando cómo el líquido se movía con una cadencia natural, como si obedeciera a un ritmo secreto que conectaba la vida del valle con el corazón de la montaña.


Los Muiscas le explicaron que este sistema no era solo técnico; era un diálogo profundo con la naturaleza, un lenguaje compartido que exigía respeto, paciencia y gratitud. Para ellos, el agua no era una herramienta, sino una compañera vital, un ser que trabajaba junto a los hombres para sostener la vida. Inspirado por esta visión, reconoció en estas tierras ecos de las lecciones que había aprendido en su propia tierra natal. Sin embargo, aquí, en este valle fértil, estas ideas adquirían una forma única y extraordinaria.


El viaje por el valle llevó a Sadigua a descubrir el maíz, una semilla que bajo el sol brillaba como si estuviera hecha de oro, aunque su valor trascendía lo material. Los Muiscas lo guiaron a sus campos y le mostraron las mazorcas doradas, colmadas de granos que parecían destellar con cada rayo de luz. Para ellos, el maíz era más que alimento; era un regalo divino, un símbolo del vínculo entre los hombres, la tierra y los dioses. Sadigua sostuvo una mazorca entre sus manos y comprendió su trascendencia: no era solo un sustento físico, sino una promesa viva de abundancia y gratitud, un recordatorio de que la tierra, cuando es cuidada con esmero, siempre provee.


Al probar los granos, sintió que estaba participando en un acto sagrado, una comunión con el paisaje y las fuerzas que lo animaban.


“Este oro no se extrae, no se guarda. Se cultiva, se cuida y, sobre todo, se comparte. En él no hay codicia, solo gratitud.”


En sus días en Sopó, escuchó los relatos sobre la laguna de Guatavita, un lugar envuelto en misterio y reverencia. Los Muiscas hablaban de sus rituales en el agua, ofrendas de riquezas a los dioses en busca de equilibrio y prosperidad. Aunque las palabras eran ajenas a su comprensión total, Sadigua percibía la devoción y el respeto que estos hombres sentían por ese acto simbólico.


Sin embargo, el flujo del agua no lo condujo hacia Guatavita. Algo en su intuición, una voz tenue y persistente, lo llamó a seguir el curso del río, dejando que las leyendas se desvanecieran como murmullos en el viento. Sabía que su camino estaba ligado al movimiento del agua, y decidió continuar hacia donde este lo llevara, confiando en que cada corriente lo acercaría más a las respuestas que buscaba.

 
 
 

Comentarios


BTS - logos - W.png

Carrera 10 # 85-47 , Bogotá, Colombia​
info@backtospirit.world+557 301 2145153

Regístrate para recibir actualizaciones e información

Únete a nuestro viaje

  • X
bottom of page